Adam Smith

Adam Smith

El liberalismo económico

Adam Smith es considerado el fundador del liberalismo económico. Con él comienza el período de los llamados economistas clásicos.


En contra de lo que defendían los mercantilistas, los liberales propugnaban la mínima intervención del Estado, ya que el mercado y su "mano invisible" son capaces de resolver las cuestiones básicas de toda economía. Existe un orden establecido gracias al juego de la oferta y la demanda.   

"Una mano invisible lo

conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos".

En la obra  La riqueza de las naciones, Adam Smith hablaba de "la mano invisible" refiriéndose a las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda. Si muchas personas demandan un mismo producto, aumentarán sus ventas y su precio. Las empresas aprovecharán esta situación incrementando su producción. Éstas son las fuerzas que rigen el mundo económico y que a largo plazo equilibran la producción y el consumo. 


Esta confianza en el mercado hace exigir al Estado «dejar hacer, dejar pasar» ("laissez faire, laissez passer"), es decir, reducir al mínimo su intervención.


Según Adam Smith, los gobiernos son derrochadores, fáciles de corromper e ineficaces, beneficiando siempre a unos privilegiados en detrimento de la sociedad. La mejor forma de promover el bienestar es el estímulo del propio interés y el desarrollo de la competencia.

La gran repercusión que tuvo esta obra (La riqueza de las naciones) en el pensamiento económico la convirtió en la referencia de las doctrinas liberales y justificación del auge del capitalismo, siendo el año de su publicación (1776) considerado como la fecha de nacimiento de la economía moderna.


En ella, Adam Smith, realiza lo que podría considerarse el primer estudio serio y sistemático de la economía, donde aparecen los conceptos de división del trabajo y la creación del capital para aumentar la capacidad de producción.


Según Adam Smith, la persecución del propio interés económico de cada individuo aumenta la riqueza de la sociedad en su conjunto. Es decir, las interesadas decisiones económicas de los individuos conducían al aumento del bienestar de la sociedad, como si una "mano invisible" les guiara hacia ese fin. Por este motivo, recomendaba la no intervención del estado y la plena libertad del interés privado.


Los liberales clásicos consideraban la ley de la oferta y la demanda una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la gravedad. Pensaban que cuando el Estado interviene (en el precio o imponiendo impuestos a ciertos productos), destruye ese equilibrio natural produciendo escasez o exceso de determinados productos.


Con el inicio de la crisis de 1929, el liberalismo económico comienza a debilitarse, ya que sus planteamientos, no solo no dieron los resultados positivos esperados, sino que incluso agravaron la recesión. Es entonces cuando irrumpe con  fuerza el pensamiento keynesiano, que considera fundamental, en tiempos de crisis o contracción económica, la participación del Estado en la actividad económica.

"Todo individuo trata de emplear su capital de tal forma que su producto tenga el mayor valor posible. Generalmente no pretende promover el interés público ni sabe cuánto lo está fomentando. Lo único que busca es su propia seguridad, sólo su propio beneficio. Y al hacerlo, una mano invisible lo lleva a promover un fin que no estaba en sus intenciones. Cuando busca su propio interés, a menudo, promueve el de la sociedad más eficientemente que si realmente pretendiera promoverlo" (Adam Smith, La riqueza de las naciones, 1776)

La mano invisible

Capacidad de autorregulación que el libre mercado tiene intrínseco.

«laissez faire, laissez passer, le monde va de lui mé-me»: 

"dejad hacer, dejad pasar, el mundo funciona por sí mismo".

(J. S. M. Vincent de Gour-nay, S.XVIII)

Liberalismo económico

Destaca la libertad de actuación de la iniciativa privada. Las fuerzas del mercado son las que establecen los precios y los salarios y, por lo tanto, la participación del Estado en la actividad económica debe ser mínima.

       Este  artículo forma parte del monográfico "Principales Pensamientos Económicos"